Desde sus inicios el arte postmoderno ha vivido sumergido en la polémica y la indefinición conceptual y programática. Siendo la postmodernidad tanto un rechazo de la modernidad como su continuación, los artistas postmodernos han procurado –sin lograrlo del todo– buscar un lenguaje y un estilo propios, pero el movimiento ha vivido disgregado, fragmentado, no se ha conseguido una aglutinación estilística común.
El arte postmoderno se define más por la indefinición, por la diversidad de estilos y materiales, por la mezcla de elementos antiguos y nuevos, experimentando con los colores y las texturas y apropiándose de elementos del pasado. Las primeras manifestaciones que vislumbraron la tendencia de los 80 fueron las de artistas que añadieron elementos populares a sus obras, como Richard Prince, o que realizaron diversas combinaciones de elementos, como Tim Rollins. En esa época se pasaron al arte postmoderno muchos artistas que venían de estilos anteriores, sobre todo del arte conceptual, como Hans Haacke, que en su obra “La libertad ahora va a ser patrocinada, aparte de los gastos menores” incluía un epitafio de Goethe: “el arte sigue siendo arte”, un auténtico lema del arte postmoderno.
Cuando los arquitectos suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron (nacidos ambos en 1950) entraron en la escena arquitectónica, a principios de los 80, la arquitectura se hallaba en pleno proceso de cambio causado por el cansancio de las formas y soluciones postmodernas, que habían desembocado en un punto muerto. Por ello la propuesta de los dos jóvenes arquitectos suizos de una arquitectura que buscase su imagen formal como resultado de su propia lógica material y constructiva resultaba sorprendente e innovadora.
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